Pues resulta que un hombre muy, muy alto ha comprado tiempo aire en mis sueños. Y así; cuando estoy soñando que doy clases, aparece asomado (agachado, por supuesto) en la ventanita de la puerta; cuando sueño que estoy en una reunión festiva (casi siempre mis sueños se desarrollan en fiestas), aparece detrás de los árboles o los muros de la hacienda; cuando estoy discutiendo algo seriesísimo, aparece ahí, al fondo del cuadro, calladote y milenario.
Su presencia me sorprende hasta en el propio sueño, aunque no me incordia. Nunca he intentado hablarle. De alguna manera sé que está ahí porque quiere, porque tiene derecho y entonces yo sigo en mi discusión, o fiesta o clase sin dejar de buscarlo con el rabillo del ojo.
martes, 22 de junio de 2010
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