martes, 8 de junio de 2010

yo confieso: mi tortuosa relación con el fútbol

Crecí con el juego. Nunca un partido forzado, nunca una tele impositiva ni una fidelidad de abolengo. Mi papá nos contaba sobre las glorias de oro del Guadalajara, cuando el Campeonísimo de ChavaTigreTuboJamaicón y supongo de ahí, la idea de la nobleza y del equipo del pueblo, de la nube de humo blanco brotando de las tribunas.

Reconozco que mi amor sucedió por contagio; mi hermano se tatuó las rayas blancas y rojas y cantaba odas a los hombres. Con la selección era la misma cosa, sus gritos desgañitados maldecían la hora en la que había nacido cualquiera de los -generalmente delanteros- que fallaban a la hora de dar/pelear/cabecear/definir el último empujón a las redes de los contrarios. Urbano no era furioso, a menos que se enfrentara a la televisión cuando México o Guanatos. Urbano y mi papá, los dos,  tejieron una mitología alrededor de los jugadores, los hicieron íntimos; y los tres les pusimos nombres nuevos: el Tronco (Mora), Tezozómoc (Blanco), Al Tabarán (Sánchez); y sí, también el álbum Panini de todos los años, que le ayudábamos al hermano a completar (no sé cuántas veces vimos las fotos, cuántas historias armamos con ellos, cuantas veces dijimos sus nombres).

La Gorda recuerda, doblado de risa, aquella vez en que yo chillaba sobre el gamo decorativo de la mesa de la sala: ¡Ay, las Chivas, las Chivas!, suficiente locura y suficiente alcohol por una noche; y yo recuerdo cuando salimos Urbano y yo del estadio Cuauhtémoc con nuestros gorros y camisetas rayadas; orgullosos y estóicos soportando las mentadas de madre de los poblanos cuando nos veían pasar.

Carajo; hoy no se oyen ya los gritos de mi hermano ante la tele, ni siquiera, los ecos de sus maldiciones. Mi papá ya no tiene con quién compartir su código futbolero -tan padre-hijo- y yo, he perdido las ganas de abrazar figuras decorativas y camisetas. Hoy, el fútbol, el mundial, los once de Aguirre me duelen y me enojan, porque no sucitan al loco contagioso, sólo su ausencia. Porque ante esa pantalla, ya nunca, ya Nadie.

1 comentario:

Milo dijo...

Ya estoy harta de y aún ni comienza. Tantos goles no sucedidos y soñados, que dan ganas de rugby o de ping pong. Pero no hay modo, ahí está y nos persigue, se cuela entre las voces, entre los recuerdos, entre los choques de los tarros de cerveza, y la testosterona que se cree sinónimo.

Me da gusto que vuelvan tus letras, aún cuando pateen las bolas del fútbol.