miércoles, 12 de mayo de 2010

y claro, las aves

Les temo: no creo que me odien o quisiera matarlas, sólo me provocan ganas de encogerme hasta desaparecer -porque el bombardeo de sus miradas es implacable-. Temo a sus mecanismos interiores de reloj suizo, a su doble párpado eléctrico y a sus intenciones preprogramadas: precisas, a tiempo.

Aclaro, sin embargo, que los patos entran en una categoría distinta (y posiblemente también los pingüinos).

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