martes, 11 de mayo de 2010

¿oye?

  • No sé si sabías, pero cuando era una niña, pensaba que los adultos podían oír mis pensamientos y entonces me esmeraba por acallar la voz que todo lo narraba en mi cabeza, nunca lo logré.
  • ¿Te conté que me daban miedo los payasos y todos los personajes travestidos de inocencia y voz tipluda que suelen invitar a las fiestas infantiles? creo que aún me asustan.
  • Sí sabías ¿no? cuando cumplí once años sentí que había pasado la delgada línea en la que las niñas se mueren. Sentí tanto alivio.
  • Seguro ya te había dicho que hurtaba tesoros como un libro pequeño, lustrador de plantas y nieve artificial y los acumulaba debajo de la cama, para cuando huyera, para cuando hiciera falta pulir alguna hoja triste en el camino o fabricar una navidad instantanea o
  • Te dije que me asustaban los perros desde que la Laika me mordió una nalga y también que la historia terminó con mi papá llorando e hipando como niño al que le dolía dolía dolía haber regalado a mi primer perro (la cura del miedo), y entonces la primera terrible verdad: los papás se rompen.
  • Seguro te platiqué cuando rompí la historieta que habían hecho Urbano y los Ahedo, no sé, por no ser parte; también te conté de cuando me atraparon diciendo cosas horribles sobre la niña vecina y la culpa, enorme, como puño cerrado.
  • Te conté, entonces, de mi primer cuento, que era sobre una historia de amor que presenciaba y narraba un árbol, sí, ya sé; pero a mi favor te dije que tenía quince años y no me acuerdo qué me dijiste tú.
  • ¿Te acuerdas de cuando te conté que Chang y yo condenamos a abril? Él me regaló una goma que aún debo conservar y que dice: "para que borres tus penas y el mes de abril", supongo que bajaste la mirada para no decir que ojalá lo hubiera borrado, de haber sabido que
  • ¿Te dije cuando la palma abierta de mi madre en mi gran boca y cómo eso acabó en el exilio lastimado y sin líquido para pulir hojas? y la segunda terrible verdad: los corazones se rompen varias veces.
  • Ah, claro y de los hermanos Grande en todas sus manifestaciones y de cómo un eclipse de luna me trajo a un arquitecto que los ahuyentó y que luego ahuyenté. Tercera terrible verdad: puedes romper infinidad de corazones con o sin ganas de hacerlo.
  • Te conté sin duda de cómo Ellos se convirtieron en Nosotros y cómo compartíamos la inercia por la huída, como si se pudiera escapar de
  • Ya te sabes la parte en la que decidí dejar los bultos en el piso y tener un gato que cupiera en el nombre: Sing-a-purr y luego pensé (tonta, tonta, tonta) que era tiempo de ser adulta y usar un anillo con diamante como ancla para no volver a escapar. Cuarta terrible verdad: los diamantes no son para siempre.
  • Te dije, me acuerdo, de cómo aprendí a patinar en mantequilla (nunca se lleva traje de adulto, porque pesa como armadura medieval) y de cómo uno se define por sus marcadores discursivos (pero, aunque, además, porque) y se permite llegar a los treinta con alegría y también 
  • Sabes de cómo intento hacer patria en las personas y no en los espacios, también creo que me dijiste que poco te importa, pero
  • Lo que sí nunca te dije (no podría, no hay forma) es cómo se escapaba la vida de sus ojos en mis brazos. Quinta terrible verdad: a algunos nos tocó sobrevivir al fin del mundo.
Pero creo que todo eso ya te lo conté.

3 comentarios:

etzekiel dijo...

Te leo y te veo, traspasas la barrera del encanto, es un gustazo conocerte y ver como tienes esa capacidad de desdoblarte (lo sé porque te he visto), eres una maquina de sensaciones, -le crème pure-,,, me quito el sombrero.

Espero poder leerte más y más seguido.

Abrazos desde el lugar más extraño del planeta. ;)

Anónimo dijo...

A mí me dejaste con lágrimas para hablar, será el momento en el que estoy, pero en mí tienes ya patria, y también en mi tostadora

Anónimo dijo...

Será que me uno a la creciente lista de seguidores, de miradores de tus silencios rotos en estas palabras que llenan huequitos entre mis puntos ciegos de los ojos y los de la mente y la ignorancia de tus otredades tan variadas.

Es clara tu generosidad al repartir cuestionamientos, dudas, risas, dolorosos golpes de amor y fraternidad... gracias, sabes porqué me llamo pielajena, compañera de miradas!

besos.