jueves, 24 de mayo de 2007

de segundas oportunidades

No estoy segura de que existan pero quiero creerlo. Las muertes dejan a los vivos y los vivos, después de ver a los ojos al vacío no tienen mas que hacerse de un montón de bolas de estambre de colores y decidir el tejido que dará sentido al caos antes de desaparecer. El monje dijo ¿te das cuenta de que nada de esto existe? y casi puedo ver el código binario que forma las cosas como en la Matrix o las secciones áureas (claro, si no me siguiera persiguiendo el tabú numérico). Como sea, éste es un segundo intento de dejar huellitas en el vidrio, de escribir LÁVAME en el parabrisas y salir al otro día con la esperanza de que el coche siga sucio y de que se le hayan sumado al mío letreros que connoten el sentir del pobre artefacto. Bienvenidos sean todos los que conserven el humor para jalar estambres y hacer origamis de letras, siempre es más divertido mientras más manos, aunque los juegos sean de villanos.

la crisis del silencio

Y el silencio se hizo, se hizo a sí mismo para perderse apenas pronunciara su nombre, aunque lo hiciera en voz muy baja. El silencio no encontraba su voz y de ahí que se dedicara a viajar y a mirar con detenimiento los rostros de todos para ver si no lo ocultaban en sus sueños, en la muerte o en la concepción de su especie. Encontró algo similar a si mismo en el dolor cuando empieza, pero eso tampoco era silencio, se parecía más a un grito. Decidió vivir en la punta de un volcán dormido porque al menos ahí sentía que estaba en familia. Pero lo que no ha podido superar, sin importar cuántos lamas lo hayan mirado con compasión, es la imposibilidad de hablar de si mismo.