martes, 28 de mayo de 2013

de lo emocionante

No es algo sencillo de decir porque tampoco fue fácil de descubrir. Se trató de un instante de trascendencia que vino de uno de los actos más banales --y no-- de mi día: ver el capítulo seis de la sexta temporada de Mad Men. En terminos narrativos, el capítulo se mueve, y eso ya le hacía falta a estas alturas a la serie; pero, sobre todo, el capítulo es emocionante: los personajes viran y caminan hacia espacios inesperados, la combinación de las circunstancias y las decisiones resulta en una jugada de ajedrez pulcra y eso, emocionante.

El asunto es que las cosas --fuera de la serie-- se me empezaban a poner chiclosas y grises. Las pérdidas de personas, símbolos y personas simbólicas se amontonaban para pasar por el ojo de una aguja. El impasse prolongado, el pasillo elongado y en la puerta del fondo nada más que la nada. ¿Cómo encajas otra ruptura? ¿Te acostumbras a la idea de la fatalidad de todos los inicios? ¿Lo ves sacar la mitad de tu casa por la puerta de tus expectativas, encoges los hombros y sigues calificando o asumes que sentir miedo es lo que toca y estiras el amor hasta que se parezca al odio?

Opté por perder. Pero en la lógica de soltar las amarras a los lastres se te va todo el equipaje. Perdí los ojos, perdí las identificaciones y perdí el tiempo --ese sujeto malencarado--. Así, en medio de la frontera y sin pasaporte, me senté a ver la serie y sentí la taquicardia del misterio, del camino nuevo, del resquicio esperanzador de los nuevos comienzos. Este ciclo se termina, es tiempo de virar hacia donde la corazonada sugiera. Las amarras sueltas auguran un vuelo ligero. Mejor será saldar las deudas, escribir cartas y visitar a los amigos porque en seis capítulos puede ser que el guionista se pire y entonces a saber.