domingo, 6 de mayo de 2012

lu(s)t(r)o

Querido Urbano:

hace tan poco que pasó tanto tiempo que todavía no nos hacemos a la idea de cómo contarlo. Hoy, no es hace un lustro, es hoy; a la vez, no hay día que no tenga aunque sea la sugerencia modesta de ser -en una sombra, en un recoveco, en el sueño- el mismo día que hace un lustro. El día en que te exhalaste de ese cuerpo tan castigado.

Estamos bien. Hemos aprendido a llevar tu ausencia a cuestas porque no pesa, porque nos acompaña, es algo que se parece a la memoria pero que se lleva como tatuaje en los ojos, o más bien, como nube.

Nos volvimos de arena, Urbano, nos supimos disueltos en el tiempo y eso nos hizo un poquito más sabios y también un poquito más viejos. Paradójicamente, también nos hizo más concretos.

Si volvemos a visitar hoy, hace un lustro, es porque volvemos al vórtex a reencontrarnos. Pienso que en realidad es el único día en el que no estás, el día en que se acaba el mundo. No te preocupes, ya aprendimos también que los mundos se acaban para nacer al instante siguiente.